En los pasillos del Poder

    Una simple entrevista sirvió como equipo de rayos X para tener la radiografía del esqueleto cognitivo, formativo, de pensamiento, psicológico y emocional de la Presidente de Acapulco, Abelina López Rodríguez.

    Anuncio

    Por Baltasar Hernández Gómez

    Las entrañas de la Presidente de Acapulco, Abelina López Rodríguez

    Lunes 1 de noviembre de 2021.

    Una simple entrevista sirvió como equipo de rayos X para tener la radiografía del esqueleto cognitivo, formativo, de pensamiento, psicológico y emocional de la Presidente de Acapulco, Abelina López Rodríguez.

    En medio de un clima de inseguridad y violencia, reporteros de diversas fuentes de comunicación locales y estatales le preguntaron los por qué de los hechos acontecidos en la última semana, los cuales dejaron un saldo de residentes asesinados y turistas heridos de gravedad, además de cuestionarle cuál iba a ser la estrategia de la autoridad municipal en coordinación con los otros dos órdenes de gobierno para bajar los índices de inseguridad; la primera edil transformó su humanidad y el discurso que, hasta ese momento, había sido de mesura y repetición de los modelos utilizados por el Presidente de la República durante las conferencias matinales de lunes a viernes.

    Abelina López frunció el ceño, se remangó la blusa blanca, ajustó el pantalón gris oscuro, se quitaba y ponía el cubrebocas y, en lugar de dar la versión de los hechos desde la perspectiva institucional, les dijo abiertamente que los medios de comunicación son los que dan el toque de alarma y magnifican la violencia.

    Ante la insistencia de los reporteros de la fuente, Abelina empezó a alzar la voz y su cara cobró un aire de beligerancia al incitar a la veintena de ciudadanos que se encontraban con ella después de recibir quejas por la falta de agua en su colonia. Las personas ahí presentes comenzaron a insultar a los periodistas, diciéndoles que su labor es obtener dinero o una plaza en nómina.

    ¿Quién da la alarma de la violencia? inquirió López Rodríguez y, al unísono, ella misma respondió que son los periodistas y sus medios los que están dando la nota roja que espanta al turismo y por ello cada vez vienen menos visitantes a disfrutar de las bellezas naturales del puerto.

    Y eso no fue todo, en lugar de dar argumentos sobre el tema, resaltar las readecuaciones programadas para mejorar las funciones de la Secretaría de Seguridad Pública y anunciar los operativos de seguridad para el puente vacacional Día de Muertos, la alcaldesa les afirmó categóricamente que “Si no cuidamos lo que aquí comemos, no sé de qué vamos a comer. ¿Por qué Cancún se mantiene callado? Porque allá han entendido que hay que comer algo”.

    Abelina López abandonó las líneas protocolarias que debe seguir un gobernante y ya no se comportó en forma correcta. Su desenvolvimiento fue de una persona acorralada que sólo quería transmitir su ira a grito abierto. Su mirada estaba fijada a las personas que estaban atrás de los reporteros y los seguía instigando a retar a los reporteros.

    Su equipo de seguridad y acompañantes cortesanos formaron una especie de escudo protector para resguardarla de los reporteros como si se trataran de una turba de bárbaros a punto de asestar un hachazo en su humanidad. ¡A ver ustedes, la nota está en lo que opina la ciudadanía! Repetía sin cesar, mientras era rodeada como quarterback de equipo de football americano para abandonar el lugar.

    Ante de concluir el episodio, subrayó que en Cancún ya entendieron que debe haber mutis ante la violencia porque si no los turistas no van a acudir a su destino de playa, tratando de dejar bien claro que es necesario guardar silencio y cuidar a la gallina de los huevos de oro.

    El desaguisado es una muestra de que no es lo mismo ser una activista defensora de invasores de terrenos en el anfiteatro de Acapulco, comerciantes ambulantes y gestora de recursos para las clases marginadas, que gobernante. Ser líder de masas, legisladora nominada por los partidos políticos a los que se ha integrado por ser -en su momento- la mejor oportunidad que tenía a la mano para ocupar un asiento en el cabildo de Acapulco o en las cámaras de diputados local y federal.

    Hay que darle la razón al Presidente López Obrador cuando expresó su extrañeza de que una oaxaqueña hubiera sido impulsada por el voto ciudadano a ocupar la presidencia de Acapulco. Y apunto esto no porque sea un hecho discriminatorio haber nacido en un lugar que no es circunscripción estatal, ni tampoco impedimento legal o legítimo para gobernar la tierra que le dio la ocasión de hacer de la politiquería su modus vivendi, sino porque su falta de preparación la está poniendo -a un mes de poseer la investidura presidencial- en una posición desfavorable, exhibiéndose como una mujer visceral y novata en las lides políticas de altura.

    Más allá de que tenga o no licenciatura, maestría y doctorado en Derecho, y que esto le otorgue un reconocimiento extra, que la haga ser una mujer con capacidad para gobernar, el modo de tratar a los periodistas descubre su impericia para mantener la vertical ante la realidad que prevalece en Acapulco.

    Algunas voces se han alzado para señalar que los periodistas son expertos en solicitar dinero para difundir o callar información y que provocaron a la alcaldesa. No dudo que existan periodistas o comunicadores que así se conduzcan, pero la verdadera nota está en la incapacidad de una Presidenta que, al menor asomo de presión, despotrica en contra de quien se encuentre enfrente planteándole preguntas que no tiene la más mínima idea de cómo responderlas.

    *Baltasar Hernández Gómez es politólogo, comunicador, asesor, escritor y catedrático-investigador.

    [email protected]