La democracia procedimental en México: de la cúspide elitista a la base social

    Desde el año 2000 la partidocracia sostenida por los organismos electorales (a nivel federal y estatal) han gastado alrededor de 225 mil millones de pesos.

    Anuncio

    Por Baltasar Hernández Gómez.

    Lo que vemos en los escenarios políticos-electorales que presentan la obra titulada democracia son realmente vitrinas donde unos cuantos, los más poderosos, colocan sus productos políticos para que la gran masa mexicana se “enamore de ellos” y “los compre”. 

    Así pues, en la llamada pasarela de partidos y candidatos no hay nada de democracia, toda vez que es una lista previamente seleccionada por los grupos del poder político y económico para luego venderla como derivación del consenso y la aprobación ciudadana, la cual en el imaginario escoge libremente a sus futuros gobernantes y legisladores.

    La antidemocrática selección de candidatos a diputados, senadores, presidentes municipales, gobernadores, síndicos, regidores, diputados locales y presidentes de la República nos ha hecho más pobres económicamente hablando por la enorme cantidad de recursos que se utilizan para operar los procesos electorales, pero también miserables en lo emocional y en la manera en que vivimos nuestra existencia diaria……Desconfiando los unos a los otros y odiando a muchas instituciones públicas en silencio, mientras se es testigo que unos cuantos corruptos, ladrones y vividores se llevan el dinero público a sus cuentas bancarias y bursátiles. 

    Desde el año 2000 la partidocracia sostenida por los organismos electorales (a nivel federal y estatal) han gastado alrededor de 225 mil millones de pesos más una cantidad indeterminada erogada para propaganda política en medios de comunicación electrónicos, lo que convierte a la democracia mexicana en una de las más caras e ineficaces del mundo.

    Ante la imposibilidad de abrir canales democráticos desde la base social, el estandarte político ha sido confeccionado para la preservación -a toda costa- de un sistema político caduco y antirepresentativo, que no ofrece resultados suficientes para continuar generando legitimación ni respuesta a las variadas demandas y aspiraciones de millones de ciudadanos. 

    Para poder tener un acercamiento al enorme peso que significa los exagerados costos financieros, técnicos, materiales y humanos, apuntaré que el gasto político en los primeros nueve años de la presente década es del orden del sesenta por ciento del presupuesto de la educación nacional en 2016. Los partidos políticos registrados tienen la prerrogativa de que su “labor altruista para alcanzar el bien común” se vea cobijada por un caudal de inyecciones de dinero, que en promedio anual fluctúa entre los cuatro mil quinientos millones de pesos, de acuerdo a su cobertura de votos. 

    En lo específico el PRI, PAN, Morena y Movimiento Ciudadano captaron entre 7.5 y 8.5 mil millones de pesos cada uno.

    Para los organismos políticos avalados por el Estado mexicano el caudal de recursos monetarios que les llega es como haberse ganado la cueva de Alí Babá repleta de tesoros, lo que los convierte en los defensores más feroces de la casi perfecta dictadura hegemónica de las estructuras partidistas y el INE.

    La preocupación de la “clase política” está focalizada en convalidar los procesos electorales, pues esta ruta les representa poder político y dinero. Como este aquelarre de cuantiosas sumas presupuestales pasa en ciego para millones de ciudadanos, muchas personas todavía creen (afortunadamente cada vez en menor grado) que vale la pena votar para que México no caiga en una espiral de anarquía y desequilibrios.

    A pesar de que con este cúmulo de recursos podría concebirse un esquema político verdaderamente democrático, los partidos políticos perpetuan la dominación política de los muy pocos contra los muy muchos, que es una de las condiciones inamovibles del estilo de vida capitalista y los Estados nacionales.

    La partidocracia se ufana en impulsar una cultura política que hace imperar la acción controlada en época electoral, a fin de seguir teniendo manejo autoritario de los puestos públicos concentrados en los Poderes Ejecutivo y Legislativo.

    ¿Es válido gastarse millones de pesos en contiendas electorales que prometen un México mejor y más justo, cuando se niegan recursos para fomentar el empleo, la autosuficiencia, programas sociales, educativos, de salud, vivienda, y culturales? ¿Es congruente que más del 65% de la población viva en estado de pobreza y extrema pobreza mientras grupos políticos-económicos bien delimitados despilfarran dinero para erigirse en los tutores de las mayorías?

    A ver que levante la mano quiénes en estos precisos instantes quisiera tener otro México, más de todos, con más justicia, equidad, prosperidad y paz…………………………..y las manos a punto de levantarse detienen su marcha ascendente para volverse parálisis y mutis.

    Estos cuestionamientos aunque ocupan un lugar preponderante en el intangible colectivo no han podido generar una acción orgánica perdurable que active un movimiento social amplio y estructurado para, de una vez por todas, hacer que la democracia sea participativa en representación del bienestar común no adjetivado.

    La democracia a la mexicana ha sido apuntalada en la tecnificación de los procesos políticos que presuponen legalidad y donde los partidos políticos son los únicos detentadores de las franquicias de poder.

    Se aprecia una parodia continua de telenovelas y filmes donde los protagonistas, actores y actrices de reparto sólo cambian de diálogo, tramoya y vestuario para personificar nuevos y variados roles histriónicos. En este set artístico unos cambian de colores partidistas y otros saltan de escena a escena para tratar de convencer a los cada vez menos espectadores que compran el boleto de la democracia vertical. 

    El poder y el dinero vuelven cínicos y desalmados a los políticos de profesión, que viven para el ejercicio de la realpolitik y no por y para la sociedad.

    Mientras millones y millones de mexicanos luchan por conseguir un salario que los ayude a subsistir, algunos cientos cambian de disfraz, pasando del amarillo al morado o al azul celeste, del tricolor al naranja chillante y viceversa, tantas veces sea necesario para no vivir fuera de nómina. El trapecio y el trampolín se convierten en las herramientas de trabajo dela clase política para hacerse pasar como mártires o héroes de la democracia sin sentido.

    Lo más trágico es que el costo de la democracia no se queda en valores monetarios, sino que tiene repercusiones catastróficas que pueden apreciarse en el aumento de autoritarismo, miseria y desesperanza. Si se acepta el dogma de que la democracia es perfectible no habrá avances, pues la sociedad caerá al reformismo de las leyes electorales, las cuales buscarán el fortalecimiento del sistema político basado en la partidocracia y el presidencialismo, obstaculizando la acción ciudadana horizontal e independiente, que de sentirse puede ser acusada y atacada como asunto terrorista.

    Queda mucho por hacer fuera de las instituciones y organismos autorizados por el establishment……………..Hay que comenzar en lo íntimo, en la conciencia, para después pasar a la acción grupal y colectiva en la casa, trabajo, escuela y todo espacio social donde tenga que desarrollarse la democracia, con la finalidad de hacer que los municipios, estados y federación sean espacios para vivir de pie y no arrodillados por la desgracia humana, moral y material.

    Hay todavía personas que aseguran que nada se puede o podrá hacer, pero en los movimientos sociales pasados de estudiantes, médicos, ferrocarrileros, y los más recientes como las madres y familiares de desaparecidos en 2011 y otros más de universitarios, son muestra de que falta un pequeño detonante para despertar al tigre dormido.

    [email protected]