POLÍTICA: ¿MEDIACIÓN O MEDIATIZACIÓN?

    La política formaba parte intrínseca de las sociedades helénicas y sus individuos, para alcanzar nuevos estadios de vida.

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    Por Baltasar Hernández Gómez

    La política se fundó en un entorno de ideas que convirtieron al “Bien Común” en el horizonte a alcanzar por la Polis. La política formaba parte intrínseca de las sociedades helénicas y sus individuos, para alcanzar nuevos estadios de vida. Era, por así estipularlo, el quehacer supremo de los sujetos sociales para convivir, relacionarse y establecer reglas más allá de sus labores cotidianas. La vida política era una concreción plena de lo público.

    Es cierto que la política estaba fundamentada en lo público y con relación a la representatividad del demos, sin embargo la actividad principal de la Polis estuvo distante de los paradigmas que hoy tenemos como utopía democrática. Recuérdese tan sólo que en para los griegos en la política no entraban las mujeres, esclavos, y la gente carente de propiedad y educación. 

    No obstante estas limitantes, los postulados griegos dieron el cimiente para la regulación de la filosofía y las teorías sobre la política y los tipos de gobierno más adecuados para la sociedad, destacándose la democracia (*la autoridad de la mayoría*).

    Para Roma la política se volvió un binomio: Leyes y Poder (el poder de las armas y de la posición socioeconómica). A partir de aquí la política se convirtió en una herramienta de poder en manos de un selecto grupo, que como aseguró Carlos Marx, es la clase dominante tratando siempre de imponer sus intereses. La política se volvió en una actividad de los propietarios de los medios de producción y luego entonces defendieron su rol preponderante a través de la legitimación y legalización de su hegemonía frente a las clases subordinadas.

    Una de las frases más conocidas que nos legó este modelo de dominación es *Pan y Circo*, que tuvo la intencionalidad de circunscribir el despliegue de elementos de necesidad de la sociedad y el entretenimiento para desviar la atención sobre los asuntos de poder, para convertir lo público en un asunto “top secret” de las élites. 

    Así pasamos a la época oscura de la edad media donde la política se convierte en el juego cortesano de reyes e iglesia, que trasladaron el dominio de los quehaceres sociales al plano de lo ajeno, es decir, todos los vasallos debían estar adheridos y obedecer las órdenes de sus gobernantes, toda vez que sus acciones provenían directamente por linaje y voluntad divina.

    Con la venida del Renacimiento y las ideas de Maquiavelo, Bodino, entre otros pensadores, que envolvieron el periodo absolutista de los siglos XVI hasta el XVIII, los Estados nacionales tuvieron que incorporar una serie de medidas para ir incorporando las voces y el sentir de la nueva clase social emergente: la burguesía, aprovechando los inmensos recursos provenientes del comercio y el intercambio financiero, para seguir gobernando.

    Más allá de que empezaron a formarse grupos de interés y presión al interior de las cámaras de representantes, de que la iglesia católica y protestante tuvieron menos injerencia en la política y del surgimiento de grandes pensadores que moldearon ideologías, la sociedad encontró en el cambio revolucionario “ilustrado” y los patrones económicos liberales, nuevas formas de convivencia y regulación social y política.

    La fijación de las mayorías representadas, el espíritu de las leyes, la concentración del poder de los Estados, la libertad económica impuesta por los precapitalistas, fueron algunos de los factores más importantes que ofrecieron una plataforma de propulsión para la democracia como forma de vida integral para las sociedades modernas.

    Jürgen Habermas señala que la nueva realidad es fruto de una línea de separación, resultante de la escisión de la esfera pública en referencia al ámbito privado”. Al hablar de ámbito público se está refiriendo al “poder público”, que fundamenta mucho de su legitimación por medio de la opinión pública.

    Para este científico social alemán, la esfera pública burguesa puede observarse como la esfera en la que las personas privadas se reúnen en calidad de público oponiéndola al poder público mismo.

    La prensa, producto de la sociedad mercantil, encuentra en el desarrollo político de las naciones modernas de Europa y América su fortalecimiento como instrumento político, en la conformación de la opinión pública.

    Los gobiernos encontraron este canal y en la medida en que este medio impreso les servía para dar a conocer órdenes y disposiciones, se convirtieron los destinatarios (la sociedad) en público. Desde entonces puede hablarse de esfera pública, ya que poco a poco el interés de la esfera privada de la sociedad burguesa dejó de ser percibido exclusivamente por la autoridad política y fue tomada como algo propio por las demás clases sociales.

    En las sociedades contemporáneas se debate con insistencia el rol de los medios de comunicación, dado el desplazamiento y la desarticulación de otras instancias tradicionales de mediación (como partidos, organismos gremiales, etc.) y también por el descrédito que pesa sobre muchas de las instituciones del Estado.

    La importancia que adquiere la existencia de los medios como los sitios donde se magnifican los aspectos de lo que ocurre en la sociedad, permite que éstos definan lógicas sociales dentro de las que se imponen parámetros que rigen a las masas y cuyo curso será seguido por quienes saben que a través de ellos pueden posicionarse. Son los medios el escenario que buscan los políticos y los gobernantes para escenificarse de forma comunicacional bajo los géneros y las reglas impuestas por este nuevo tipo de contacto.

    Esta imposición ideológica, a través de la palabra y la imagen hacen aparecer como válido que si algo es observado en los medios de comunicación es porque realmente existe. De aquí se deriva que lo que no es visto, escuchado ni oído tampoco existe o no vale la pena siquiera ponerle atención.

    En este contexto, la presencia y cierto tipo de presión de organizaciones civiles juega un rol de primera línea, pues en muchos casos ellas alcanzan influencia directa en la apropiación de espacios vinculados al quehacer general, llamando la atención por lo menos.

    Esto pasa necesariamente de la vista, la participación al ejercicio político de manera pública, en una especie de ir y venir entre lo que desea el Estado y su clase dominante y las necesidades que se gestan al seno de los diferentes grupos sociales.

    El hecho de saber que existen vínculos concretos y a través de pequeñas notas en los medios de comunicación cambia la perspectiva para pasar a un estadio donde la pertenencia y la defensa de intereses son factores clave para la unión.

    Si nos referimos a la sociedad civil como ente ajeno a lo político, a lo público, sería desconocer justamente la naturaleza de agrupación y alianza que hay dentro del espacio social. La sociedad civil está conformada por numerosas organizaciones y redes de organizaciones sociales que pretenden actuar en el ámbito de lo público manteniendo su autonomía respecto a los partidos, a los poderes de los aparatos del Estado.

    En este sentido los medios quedan constituidos en instrumentos válidos que pueden proporcionar modos de comprensión y elementos de análisis a la opinión pública, en relación con determinados asuntos políticos.

    Con esto no quiero decir tajantemente que trato de justificar el actuar de los medios de comunicación, sin embargo su rol no debe obviarse, ya que dan acceso a la diversidad y acotación de lo que ciertamente pasa en la realidad de la vida, por intrascendental o subjetivada que se presente.

    Lo cierto es que los medios no son el único agente de socialización política, pero son los medios quienes llevan más eficaz y rápidamente la información política a los hogares de millones de personas (recuerden nada más que en las campañas políticas hasta el tercer cuarto del siglo XX en México, se hacían hasta por 18 meses y hoy no duran más de 3 meses).

    Lo que los medios de comunicación difunden y la forma en que lo hacen influye de manera decidida en las concepciones y creencias (actitudes mentales y modos de actuación) del público acerca de lo que es y de lo que debería ser la política.

    Esta dinámica ha llevado a que muchas estrategias políticas posmodernas se hagan desde el ámbito estrictamente comunicacional, pasando a ser el elemento central y a veces hasta único en las mismas y no solamente un aspecto técnico de complemento audiovisual.

    Podemos observar cómo elementos que años atrás no tenían mayor relevancia para partidos y personajes de la vida política hoy forman parte integral de sus campañas: como por ejemplo marketing electoral, ingeniería de posicionamiento político, asesoría de imagen.

    Lo eminentemente político ha pasado a ser técnica indispensable para todos aquellos que aspiran a ofertar un paquete político, desde la posición partidista, gubernamental, legislativa, o bien, desde la esfera privada, usando a los mass media.

    Esta dimensión no sólo es recurso, sino la arena donde se efectúa la acción política y la intervención en la esfera pública. Dicho en otras palabras: el diálogo entre individuos y sociedad, sociedad y políticos, políticos y gobierno, se realiza a través de los medios.

    Para el investigador Martín Barbero esta dinámica no resulta extraña a la experiencia social mundial, en virtud de que presenciamos sociedades en las que actores tradicionales como el Estado, Iglesia y partidos políticos ya no pueden estructurar en su totalidad la cosmovisión social y mucho menos de dominación política.

    Hay una presencia masiva de la industria de los medios de comunicación, que hace que lo público está cada día más identificado con lo que es escenificado en los medios. La proyección de lo que sucede en el mundo, vista a través de los mass media hace pensar que todo termina donde acaban los límites de lo que presentan.

    Por tal razón, el resto de un mundo que sigue generando otro tipo de construcciones concretas de vida y formas de comunicación (que como siempre insisto es la actividad humana de “ponernos en común”) quedan relegadas, quedando un sabor de boca de que lo real-concreto y que la comunicación globalmente hablando es un asunto de los medios.

    Ante ello en cierto modo resulta comprensible que la sociedad civil sienta realizada una de las fases más importantes de su quehacer cuando logra ocupar un espacio dentro de esa inmensidad informativa de los medios de comunicación, que es solamente una parte del conjunto de expresiones comunicativas al interior de ella misma.

    Pero posiblemente por ser ésta la más pública y evidente, se desdibuja el significado del resto de manifestaciones, que si bien no aparecen en la escena de lo mediático, pueden ejercer un peso importante y decisivo en la configuración de lo cotidiano.

    Es común comentar que los medios masivos son sitios de encuentro, de reconocimiento, de construcción plural de la opinión. Los medios son para algunos, el lugar de la realización de las comunidades modernas o de la ciudadanía meramente nominal e incompleta.

    Sin lugar a dudas, independientemente de los valores que defiendan o de las posiciones que los medios de comunicación asuman, la posibilidad de hacerse presente en ellos es, al menos, garantía de acceso a un espacio donde convergen diversos sectores cuyo encuentro propicia cierto tipo de deliberaciones en torno a temas de interés colectivo.

    La manera en que se presentan y relacionan acontecimientos a través de los medios de comunicación determina en buena medida el privilegio con el que cuentan por encima de otras formas de expresión que se producen fuera de ellos.

    Es evidente que esta cosmovisión mediática se muestra en forma por demás atractiva para la audiencia, no sólo en términos de captar su atención para garantizar el famosísimo rating, sino para lograr una identificación plena en relación con los puntos de vista que se transmiten.

    El telescopio intergaláctico que representa la pantalla, el micrófono, la página del periódico o revista, además del elemento estético y llamativo de las notas, acentúan la gran posibilidad de atención sobre los medios de comunicación, relativiza preceptos establecidos y los coloca en tela de juicio frente a otros que responden a conflictos.

    Es la fuerza en todo su esplendor de lo que Antonio Gramsci dijo eran los aparatos ideológicos del Estado y su clase dominante. Por tal razón, el control y la responsabilidad de los medios sobre la manera en la que se jerarquiza lo que está o no en sus espacios, define también los principios inherentes a las formas sociales de organización, pues éstas saben que sólo verán reflejadas sus acciones en la medida en que se inserten dentro de la lógica de los mass media.

    Desde los medios de comunicación se construye una idea de opinión pública con sondeos, que tienen cada vez menos de debate y crítica ciudadanos y más de simulacro. Estamos ante un ejercicio en el que se nos presentan resultados de dichas consultas como la opinión de la gente legítima, que en este incesante bombardeo de información y toma de posiciones la sociedad civil pierde su heterogeneidad y su cuadrante crítico y proactivo para reducirse a una posición de medianía estadística y receptiva.

    Algunos autores consideran que la verdadera importancia social de la acción de los medios de comunicación no está situada en el plano más inmediato de las actitudes y opiniones individuales, en el cual su influencia es bastante relativa.

    Por el contrario, esta repercusión hay que buscarla en un plano más profundo, más a largo plazo, en los efectos que tienen sobre la comprensión de la realidad política por parte del público y, en consecuencia, sobre la formación de la opinión pública que forma y esculpe los modos de pensar y actuar sin capacidad analítica y activa.

    El impacto de la acción de los medios de comunicación en la política ya no se ubica en la influencia directa sobre actitudes y conductas, sino que va más allá, es decir, a la creación de significados que conlleva a la conformación de una realidad social donde se desea el esquema procedimental del voto ciudadano donde los sujetos sociales activan sus derechos sí sólo sí lo requieren las instituciones del Estado para legitimar sus cuadros legislativos y burocráticos.

    La construcción mediática de la política no es asunto exclusivo de México o de la particular coyuntura que vivimos. La tendencia apunta al conjunto de este quehacer en diferentes ámbitos y realidades nacionales. Ahora la política es cuestión de comunicaciones masivas, pero ante el vacío de representación en la construcción de lo que se espera sea representativo, se facilita la adhesión del discurso de quienes intervienen o pretenden intervenir en lo público al modelo de comunicación hegemónico.

    Las crisis políticas que han debilitado a la institucionalidad democrática, han corrido de forma paralela al robustecimiento económico y político de los medios de comunicación, especialmente de la televisión y la internet.

    Esto ha colocado un poder muy importante en los medios para intervenir en la vida pública. Estamos presenciando un cambio de época en relación con la constitución de lo público, que vaciado de su razón política (de su interés precisamente público) puede quedar expresado en simple estrategia y expresión mediática.

    El trazo, color, sonido y movimiento expresivo y llamativo se ha convertido en el punto clave donde la política se vende, de acuerdo a los parámetros procedimentales del entramado público.

    El Estado, su aparato gubernamental, partidos y organizaciones de poder, han encontrado en los mass media un terreno fértil para politizar despolitizando, impulsando al mismo tiempo una “USB” o “chip” integrado en alguna parte de la mente o el cuerpo, que produce desmovilización, apatía y desinterés para actuar en lo público sin tener siquiera que apretar controles remotos.

    Cada 3 ó 6 años tratan de despertar de letargos a millones de personas al ring político de candidatos previamente clasificados para ocupar un cargo relevante en la política local, regional o nacional.

    En este tiempo el Estado y la clase hegemónica hacen creer a la ciudadanía sobre los derechos y obligaciones electorales como única forma de reivindicación social. Después del domingo de la votación los medios recomunicación y los sufragantes expían la carga de culpa de no hacer nada en el lapso que transcurre de votación a votación.

    Luego, los medios de comunicación presentan la ensalada de resultados, los rostros, las palabras discursivas de ganadores y perdedores, dando una direccionalidad al acto de votar, pero hasta ahí. No queda otra más que seguir observando la realidad a través de los medios mismos. Adecuando el pensamiento y el actuar hacia la clase gobernante y los intereses capitalistas.

    Cuál mediación entre ciudadano-ciudadano, ciudadano-grupo social, ciudadano-sociedad ampliada y ciudadano-mundo, cuando lo más fácil es sentarse a disfrutar de las bondades de receptar imágenes predigeridas y llenas de contenidos audiovisuales. Comentarios dirigidos a fines específicos.

    Para qué se necesita de la interlocución y la mediación de otras personas cuando se transmiten propuestas asépticas y visiones de mundos felices, a través de campañas perfectamente orquestadas de marketing político e institucional.

    La mediación se ha ido perdiendo en la medida en que los mass media acaparan el sensus y la racionalidad humana en un túnel de imágenes sin opción a análisis. Cómo escoger opciones políticas claras y de impacto positivo para las mayorías, cuando los partidos y los propios medios son los que subrepticiamente hicieron de antemano la selección de candidatos, programas, estrategias políticas, sociales y económicas para el todo social.

    Revaloremos el sentido crítico del observante, para pasar a ser actuantes en la dinámica social. No se crea en los cambios macros de largo alcance, sino en lo micro, cambiando el escenario más próximo: en la casa, en el colegio, con los amigos, en los círculos de convivencia y pertenencia social, en el partido de su militancia, en poscomentarios sobre la información que transmiten los medios, en la convivencia familiar, en la relación de pareja y también en la postura que se debe tener frente a la lectura, la cultura y los modos de vida cotidianos.

    Si no lo hacemos estaremos condenados a seguir observando los sorteos Me Late viendo las notas pagadas de los gobernadores guapos, feos, chaparros, buenos o malos oradores, acompañados de sus esposas, aliados o sustituyendo todo por la propaganda comercial de partidos que creen que somos gente retrasada de nuestras facultades cognitivas. Lo único que se puede hacer mientras tanto es cambiar ahora en nuestro espacio de vida ¿O no?

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    Para mayor ahondamiento sugiero remitirse a la siguiente bibliografía consultada:

    *Habermas, Jürgen. Historia y crítica de la opinión pública, Barcelona, España, Editorial Gustavo Gilli, 1981.

    *Osorio Meléndez, Hugo “Medios de comunicación y conflicto social”.

    Contribuciones, (2): 11-29 (Fundación Konrad Adenauer. Buenos Aires, Argentina, 2002).

    *Thompson, John. Los media y la modernidad, Barcelona, España, Editorial Paidós, 1988.*

    Touraine, Alain. ¿Qué es la democracia?, México, Editorial Fondo de Cultura Económica, 1995.