Simulación, corrupción e incapacidad del gobierno de Acapulco (2021-2024)

    Lo sencillo que debiera ser un trámite para la obtención de una licencia para conducir, el pago de catastro y predial, el abono por el servicio de agua potable o la obtención de actas en el registro civil, se convierte en vía crucis.

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    Por Baltasar Hernández Gómez.

    Desde las más simples situaciones pueden percibirse cuestiones complejas e importantes, tanto en los individuos como en las instituciones. En Acapulco, sí, en el otrora paradisiaco centro turístico donde se reunía la sociedad local, nacional e internacional para convivir en un marco cultural y de entretenimiento; lo sencillo que debiera ser un trámite para la obtención de una licencia para conducir, el pago de catastro y predial, el abono por el servicio de agua potable o la obtención de actas en el registro civil, se convierte en vía crucis donde el ciudadano se enfrenta al despotismo, maltrato, ineficacia, simulación, corrupción e impericia disfrazada de tecnicismos y carencias materiales de los burócratas contratados por la administración de la presidente municipal Abelina López Rodríguez.

    Lo que voy a relatar no proviene de fuentes terciarias, trascendidos, información depositada en mis correos electrónicos, compartimiento de amistades y conocidos, toda vez que la narrativa que a continuación comparto la viví sin intermediarios. Empiezo…

    Hace cuatro días acudí a la Coordinación de Transporte y Movilidad de Acapulco a obtener licencia de manejo, en virtud de que la anterior caducó. Al llegar a las instalaciones del fraccionamiento El Morro, a la mitad de la bahía, me formé en una larga fila de personas que estaban esperando entrar a las oficinas de expedición de licencias. No había nadie que orientara ni datos fidedignos para tener idea global de los requisitos solicitados por la dirección de tránsito.

    Pese a mi ignorancia, acomodé los documentos que llevaba en el folder y me situé atrás del último hombre que estaba igual que yo, esperando indicaciones y disolviendo el tiempo de espera manipulando el teléfono celular.

    Después de una hora y quince minutos de espera que desespera, un policía permitió el acceso a un laberinto de recovecos donde administrativos desaliñados, comiendo alimentos “chatarra” y gritando de un sitio a otro, simulaban trabajar al máximo de sus capacidades.

    Llegué a la oficina de expedición de licencias donde me indicaron que tenía que presentar cuatro documentos comprobatorios, acompañados de mi licencia vencida. Como no la traía debido a que la extravié hace poco más de un mes, pidieron que realizará el pago de sesenta y tres pesos para que se imprimiera copia fotostática de la carátula de computadora donde aparecía mi última licencia, a fin de que fuera un cotejo válido de su archivo. Posteriormente regresé a la oficina de licencias, llené el formulario y pegué una fotografía en el anverso de este.

    Hasta ahí el procedimiento parecía lento y arcaico, pero en cierta forma comprensible, sin embargo, al momento de remitirme a pagar el servicio en la caja municipal, la señora a cargo de procesar el cobro, sin voltear a ver al que suscribe, levantó la voz diciendo que la copia certificada del cotejo, expedida por ellos mismos, no era válida, ya que no podía apreciarse el tipo sanguíneo.

    A punto de que mi vocabulario costeño saliera a relucir, decidí respirar tres veces. Pagué el trámite como si fuera “primera vez” y no como tenía que ser “renovación”, desembolsando la cantidad de 523 pesos por concepto de licencia de automovilista por cinco años.

    Al checar el recibo, me percaté que el pago incluía examen de la vista y grupo IRH. Volví a la ventanilla de expedición de licencias y antes de pasar al cubículo donde había una lona de vinil con los emblemas del ayuntamiento como fondo y una cámara digital para captar el rostro de solicitantes, le pregunté al encargado que cuándo me harían los exámenes de sangre y de la vista.

    El individuo volteó los ojos al infinito y más allá, señalándome que esto era una exigencia formal, pero no real, y que dentro de cinco minutos me tomarían la fotografía para luego entregarme la mica de la licencia.

    En menos de lo que ladra un perro cuando escucha el estruendo de cohetes, le respondí que era mi deseo que aplicaran los estudios que venían señalados en el recibo, o bien, que hicieran la devolución de dichos conceptos (132 pesos).

    Pues no podemos devolver nada y hágale como quiera, dijo el empleado de la comuna porteña… ¿Quién se cree? me gritó mientras hacía muecas de reprobación y enfado. De esta forma tuvo el atrevimiento de avisarme que él mismo iba a cancelar el procedimiento y complicarme futuros trámites si no aceptaba lo que es una costumbre.

    Ante la insistencia de las personas que venían atrás de la fila, con la amenaza del burócrata y la urgencia de tener en mis manos la licencia de manejo, decidí pasar a la toma de fotografía y dictar al señor operario de la computadora y la cámara digital, los datos que minutos antes había escrito en el formulario.

    Abandoné el cubículo y a los quince minutos -por una puerta adyacente- salió una mujer vistiendo una ajustadísima licra en color negro, blusa blanca con el imagotipo del ayuntamiento, pronunciando a viva voz mi nombre y apellidos. Me acerqué y la señora de amplias caderas y ojos papujos hizo de mala gana la entrega de la nueva licencia, no sin antes barrerme con mirada de desprecio, pues a esas alturas mi osadía de pedir cuentas claras sobre lo que cobran era chisme de lavadero en ese microespacio.

    Con la mica en la mano izquierda me arrepentí de no haber llegado hasta las últimas consecuencias, toda vez que no es posible que la ciudadanía siga enfrentando la ineficacia y corrupción administrativa y tenga que pagarse por algo que no es recibido.

    No obstante este fugaz examen de consciencia, me retiré del lugar pensando en la imagen difundida por múltiples medios de comunicación que dan cuenta de los lujos y trato preferencial que recibe en restaurantes y sitios diversos la presidente Abelina López Rodríguez, quien se ha caracterizado -en los 3 meses que lleva ocupando la silla en el palacio municipal- en ser una mujer de mecha corta, bravucona, inculta e ineficaz y que da permiso a la corrupción, porque se cree poseedora de la protección de los gobiernos estatal y federal, así como de seguidores provenientes de las filas del ambulantaje en calles y playas, invasores de terrenos, desempleados del partido Morena ahora incrustados en la burocracia acapulqueña, al igual que decenas de recomendados por políticos gobernantes, familiares, amistades y su pareja sentimental.

    Lo sé -antes que me lo echen en cara los seguidores de Abelina López o fanáticos morenistas- no estoy mal de mis facultades mentales, ni estoy equivocado por decreto ideológico 4T, ni soy un individuo movido por perversiones políticas y mucho menos por ser un tipo nefasto contratado para golpear a la chantajista política y social, que ahora se pasea como sandunga investida de autoridad local.

    No, no y no. Soy un comunicador, pero, antes que nada, un ciudadano comprometido desde hace muchos años con Acapulco, Guerrero y México que no puede callar lo que ve incorrecto e injusto.

    Así como el trámite puesto al descubierto es una simulación corrupta, lo mismo ocurre en otros procedimientos relativos a la expedición de actas en el registro civil (donde además se permite la intermediación de los llamados “coyotes”, la falta de papelería y sistema); el pago de catastro y predial, agua potable y alcantarillado.

    La dinámica se réplica una y otra y otra vez porque deja grandes dividendos. Basta multiplicar cien pesos por solicitante de servicios por los cientos y cientos de trámites diarios y acumulados que efectúan para visualizar la cueva de Alí Babá que es la administración municipal.

    ¿Dónde están los principios de la 4T que dijo desde su campaña y lo sigue repitiendo la señora Abelina? ¿Dónde está la Contraloría municipal y la del estado? ¿Dónde están los agentes de gobernación que no informan al secretario de despacho y al presidente de la República? ¿Dónde está la supervisión y ataque a la corrupción tan cacareada por la señora López Rodríguez?

    Todo se pierde en los mensajes públicos de Abelina López para salir de aprietos, aparecer en imágenes regalando juguetes a niños por los festejos de reyes magos y haber adquirido el rol de acompañante sin voz ni voto en algunos eventos de la gobernadora formal del estado, Evelyn Salgado Pineda.

    Lo más probable es que no habrá ninguna supervisión ni consecuencias contra la administración de la actual presidente municipal, porque la corrupción, la avaricia y el desdén de los políticos de su calaña es manto de seguridad. Cómo muestra un botón: Hace unos días salió a la luz pública que el exdirigente de facto del partido Morena en la entidad, Marcial Rodríguez Saldaña, está exigiendo a la dirigencia partidaria actual su bono de fin de año, aun cuando cobra abultadas sumas de dinero como secretario de educación y como investigador-asesor en la UAGro… No hay llenadero.

    Seguramente no habrá sanciones porque el recurso se disuelve en programas computacionales amañados que dispersan los conceptos indebidos en diversas cuentas, haciendo llegar recursos frescos a las autoridades coludidas.

    No habrá tampoco impedimentos para que se continúe repitiendo esta vorágine de simulación, ineptitud y corrupción, ya que el gobierno federal está enfocado en las grandes obras, en la compra masiva de equipos y medicamentos para dizque afrontar la pandemia Covid-19, pero que en realidad son acciones para apropiarse de convenios, prerrogativas y recursos financieros colosales.

    No habrá castigos con las administraciones pasadas ni las presentes porque la maquinaria de la actual clase política en el poder está preparando escenarios para mantenerse más tiempo en la cúspide.

    En lo regional atrás de la parafernalia del gobierno formal se está cocinando la trama de desaparición de poderes. Los guionistas no son enemigos políticos, sino políticos forjados en la presión y el chantaje que además tienen bajos instintos. Ellos no están solamente en Morena, puestos administrativos y legislativos, sino que comparten la heráldica Salgado.

    Más allá de la negatividad, surge la esperanza de comunicar y compartir, de que todos los rechazados, los olvidados, los explotados y los que no deseamos que se nos siga viendo la cara de imbéciles, nos levantemos contra los renegados y oportunistas convertidos en gobernantes para cambiar el statu quo.

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