En la praxis política no debe darse cabida a los aduladores

    Para cualquier persona con un mínimo de sentido común los aduladores son entes perjudiciales que impiden la mejor toma de decisiones.

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    Por Baltasar Hernández Gómez.

    Para cualquier persona con un mínimo de sentido común los aduladores son entes perjudiciales que impiden la mejor toma de decisiones. Sin embargo, todavía existen -y muchos- políticos y gobernantes que se dejan embelesar por el “canto de las sirenas”, permitiendo que su inclinación por los halagos ofusque su razonamiento.

    Si un político se encuentra en este sitio de manipulación, no podrá tener objetividad, ya que los aduladores siempre muestran opiniones exageradamente positivas, que imposibilitan el diagnóstico, estrategia y operación a mediano y largo plazo.

    Los serviles representan un serio problema para la praxis política, ya que aparte de degradar el pensamiento y las acciones del detentador de Poder, lo encaminan a la insensibilidad e indiferencia social.

    La manipulación de terceras personas sobre los políticos minimiza las virtudes empleadas para la conquista del Poder: astucia, inteligencia, análisis, prevención, personalidad, entre otros recursos.

    Hay de aduladores a aduladores y los más peligrosos son aquellos que utilizan la persuasión que, al convencer con sus opiniones, van forjando un nivel de Poder para ellos mismos. Muchos psicólogos han establecido que muchos sujetos sociales pierden la dimensión de la realidad ante la lisonja y los halagos, siendo secuestrados en una burbuja que los separa de la realidad.

    Por tanto, resulta inaplazable deshacerse de los aduladores, para evitar peligros que trastoquen en forma alarmante el equilibrio del Poder. Una táctica es convencerlos de que no hay interés en escuchar elogios y que es preferible saber la realidad de las cosas, sin maquillajes.

    La “verdad” cobra en este contexto una connotación que permitirá poner en la superficie las intenciones ocultas de este tipo de personajes. O se limitan a trabajar y a dar resultados o pierden cualquier tipo de jerarquización y canonjías. Sólo si la enfermedad del Poder ha permeado por completo a los líderes, los aduladores se convertirían en los asesores con el control suficiente para destrozar políticas públicas, funcionarios y a la sociedad en general.

    La preponderancia de este tipo de fauna nociva está en cualquier rincón del mundo y México no es la excepción, pues abundan en instituciones para hacer que presidentes, gobernadores, alcaldes, legisladores y jueces adopten conductas perversas y autoritarias.

    Se debe insistir que no un líder sano al igual que cualquier persona no habrá de sentirse ofendido si conoce las percepciones negativas sobre su actuación. Los aduladores se sienten confiados de su influencia por la carencia afectiva y de efectividad en mujeres y hombres, por lo que se sienten en libertad para dirigir sus baterías hacia los políticos y gobernantes, logrando sus fines, que muchas veces se traducen en puestos de mayor relevancia, canonjías, dinero, reconocimientos y ego inflado al mil por ciento.

    Hay que tener presente que la mayoría de los aduladores no cuenta con un área de especialización y por esto se sentirán rebasados por los colaboradores intelectuales u operativos que sí están en contacto con el espacio de dominación sociopolítica. Los aduladores pedirán transferencia a otro lugar, o bien, esto será motivo suficiente para rescindir contrato, lo cual los separa del “primer círculo” del Poder.

    Sin embargo, si el político o gobernante persiste en tener dosis de adulación o el adulador es lo bastante hábil para seguir en cercanía, hay que recordar una cuestión importante: entre los aduladores de hoy se encuentran aquellos que estuvieron al servicio de otro personaje importante. Muchos aduladores sirven ahora como lo hicieron anteriormente.

    Muchos de ellos seguirán por esta ruta y estarán dispuestos a empeñar su alma al diablo, otorgando secretos, información selecta e intenciones confesadas en el ejercicio político al mejor postor. La manipulación es y ha sido su profesión y no se detendrán ante nada para permanecer en sus posiciones. Por supuesto… si se les sigue permitiendo.

    ¿Por qué es tan difícil separarse a los aduladores? La interacción con este tipo de sujetos puede generar un sentimiento de “dependencia” al constante reconocimiento, lo cual los convierte en personas cautivadoras y simpáticas. Durante una crisis, un sujeto de Poder llega a sentirse agradecido por la actitud “solidaria” y los consejos otorgados.

    Algunos inclusive llegan hasta ceder el mando momentáneamente para que éste resuelva un problema considerado fácil, ya que tienen desdén para enfrentarlo (muchas veces propiciado por el adulador que insiste en cuidar su imagen). La historia nos otorga ejemplos claros, como el caso del emperador romano Cómodo.

    Políticos y gobernantes tienen que conocer lo que ocurre en su territorio de Poder, analizar las situaciones imperantes sin filtros que distorsionen la toma de decisiones, actuando de acuerdo con las metas que persigue y sin detenerse por los comentarios de los aduladores que siempre parecen estar conformes con todo lo que diga el “jefe”.

    Para quitarse de encima a los aduladores hay que contemplar los puntos que a continuación enuncio:

    A.- Ser una persona objetiva y abierta a las críticas, que confía en sus conocimientos, experiencias y personas que han demostrado capacidad y lealtad;

    B.- Tener siempre interés por saber la verdad de las cosas;

    C.- Actuar de acuerdo con las estrategias y procedimientos previamente diseñados, a fin de alcanzar metas;

    CH.- Estar en contacto directo con la realidad social, política, económica y cultural de su espacio de liderazgo;

    D.- Trazar una política de mejoramiento continuo y evaluación de resultados, a efecto de detectar disfuncionalidades, conservar fortalezas y aumentar oportunidades de crecimiento;

    E.- Evitar burbujas de halagos, privilegiando la opinión social y la comprobación de hechos.

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