CIUDADES OXXO… La globalización urbana en México

    En la actualidad cuando salimos de casa los referentes geográficos ya no son los cruces con semáforos, monumentos históricos, parques populares o la nomenclatura de calles, sino los colores brillantes de Oxxo.

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    Por Baltasar Hernández Gómez

    Poco a poco la visión urbana de los mexicanos se ha estado llenando de rojo amarelo, pues la cadena de tiendas Oxxo fincó su estadía en los principales puntos de afluencia citadinos. Parece que la aseveración del expresidente Vicente Fox Quesada de que el “changarrismo” (negocios familiares pequeños) sería la salida a las desventuras económicas, se concretó, pero con la diferencia que el “changarro” preponderante pertenece a FEMSA, compañía que controla la Cervecería Cuauhtémoc, Coca Cola y jugos del Valle, entre otros consorcios.

    En la actualidad cuando salimos de casa los referentes geográficos ya no son los cruces con semáforos, monumentos históricos, parques populares o la nomenclatura de calles, sino los colores brillantes de Oxxo que captan la atención en miles de sitios a lo largo y ancho del país.

    La cadena Oxxo está abarcando ciudades y poblaciones intermedias, transformando el paisaje que observan millones de niños, jóvenes, adultos y personas de la tercera edad en sus recorridos a pie o en vehículo.

    Muchas personas que no encuentran trabajo fijo ya no quieren desempeñarse como taxistas, vendedores ambulantes, obreros temporales o empleados de programas gubernamentales de corta duración, ya que existe la posibilidad de ingreso a Oxxo, que además de dotarlos de un uniforme vistoso, les radica la idea de pertenecer a uno de los grupos empresariales más importantes de Latinoamérica.

    Ya contratados, inducidos y capacitados se sienten integrados a un corporativo que les disfraza sus quehaceres con etiquetas rimbombantes: “asociado de piso, líder de sección, ejecutivo de venta al menudeo”, entre otros nombramientos que supuestamente otorgan caché.

    Con esto no quiero decir que la política comercial de Oxxo sea negativa per se, pero sí que esconde manejos discrecionales entre autoridades, empresarios y la compañía contratante, toda vez que, en el afán de invertir capitales para la obtención de márgenes de ganancia por arriba del promedio bancario, enajenan la fuerza laboral de miles de empleados en una espiral de outsourcing.

    Los administradores y empleados están tan preocupados por el redondeo, tiempo aire, promociones, cuidado del robo hormiga y asalto con violencia, que no tienen tiempo para ponerse a pensar en su estadía. En promedio un empleado de Oxxo llega a laborar de 3 meses a 5 años. No más. Los niveles de estrés son catastróficos para la salud física y mental.

    Desde un principio el objetivo central de Oxxo fue ofrecer al público un abanico de productos de uso cotidiano: lo mismo se halla una goma de mascar que una botella de vodka o pastillas para las agruras. Al paso del tiempo lo logró, posicionándose como líder de ventas al menudeo, pero principalmente como el espacio donde las personas pueden encontrar de todo a cualquier hora del día.

    Oxxo alcanzó cifras récords, ya que supuestamente brinda satisfacción por los bienes y servicios promocionados, teniendo para sí las mejores plazas urbanas, que preferentemente están ubicadas en esquinas con alta afluencia peatonal o vehicular.

    Oxxo vino a “llenar las necesidades” del hombre/mujer desocupado(a)-hambriento(a)-sediento(a)-solitario(a)-compulsivo(a), incitando al consumismo de alimentos, bebidas y enseres chatarra que están en estantes estratégicamente situados, a efecto de que sean capturados por todo aquel que traspase sus puertas de vidrio transparente.

    Oxxo también cambió la idea tradicional inculcada a emprendedores, en virtud de que ahora mucha gente aspira acceder a su estructura organizacional, o en su caso, adherirse a la competencia, como por ejemplo Súper C, 7-Eleven, Go, Circle K, entre otros establecimientos denominados “de conveniencia”, a fin de no quedar fuera del nuevo paradigma de ventas al público.

    Adentro de sus puertas lo mismo pone a la venta un sándwich que unas pastillas para el aliento y por eso tiene un público cautivo que ve a Oxxo de la misma manera en que nuestros padres y hasta los cincuenteros de hoy veíamos los “oasis” de los años sesenta y setentas del siglo pasado, donde nos reuníamos para platicar, bailar, tomar café o refresco. De tal forma es la reconversión impuesta por Oxxo, que ahora sus puntos de venta son zonas de reunión para llevar a cabo citas amistosas o amorosas, para comer barato y/o beber café o refresco, teniendo, en lo escondido, el deseo de hacer una nueva amistad o por lo menos, perder tiempo.

    No obstante que la gente idealiza Oxxo, éste no es el café tradicional o miscelánea de la colonia ni mucho menos el restaurante/fonda de antaño: definitivamente es un consorcio estructurado que bajo la careta de modernidad aséptica no muestra los flujos de capitales invertidos y en operación, ni los procedimientos por medio de los cuales se otorgan permisos de funcionamiento, utilización del suelo urbano, salubridad, comercialización y fiscalización.

    Oxxo es una división mercantil poderosa que inunda la selva asfáltica, pintándola de relucientes trazos con diseños de interiores que fomentan la compulsión al dispendio. Oxxo paulatinamente se ha ido convirtiendo en el lugar de encuentro para la compra individualista, que sirve para apagar la sed, el hambre, el deseo de adquirir tiempo aire, de obtener un premio de concurso electrónico, o bien, para encontrarse a alguien del otro o mismo sexo, que esté en la misma situación de soledad o necesidad de abandonar casa o trabajo para adquirir lo que sea y a la hora que fuere.

    Mientras la curva de proliferación de Oxxo y las empresas competidoras se estabiliza, o bien, decrece sólo queda por hacer dos cosas: 1) Solicitar al corporativo que emita un catálogo de las sucursales por ciudad y entidad, y 2) Exigir a los tres órdenes de gobierno que instalen más y mejores sitios de interés público a nuestras localidades.

    ¡Nos vemos en el Oxxo 378! ¡No, mejor en el Circle K 903! Pareciera estar escuchando algunas conversaciones entre jóvenes y adultos antes de ir a realizar tareas escolares, bailar en una discoteca, tomar un trago de bebida espirituosa, ir al cine, teatro o concierto, o bien, ponerse de acuerdo, para luego partir a citas de todo tipo.

    Otros más conservadores continuaremos diciendo ¡Nos encontramos en el monumento a Cuauhtémoc! ¡Te espero en el cruce de Universidad e Hidalgo! ¡No, mejor en el Zócalo!… queriéndonos resistir a la hegemonía de las tiendas de conveniencia y principalmente al imagotipo rojo y amarillo que ha inundado los paisajes citadinos.

    Ante la desaparición de misceláneas, farmacias, tienditas, puestos de revista, minisúper, dulcerías y loncherías, debido a la reconversión del capitalismo nacional y al grado de penetración de Oxxo, “los hijos de las urbes” prefieren pagar y gastar más por los productos que consumimos de manera habitual cada vez que acudimos a alguna de sus tiendas.

     Y decir preferencia es parcialmente falso, toda vez que hemos sido inducidos bajo formas de propaganda subliminal a asumir que Oxxo es lo más fácil, rápido y conveniente para resolver gran parte de las necesidades generadas por la modernidad.

    Muchas personas lo mismo van a comprar un refresco, que una suspensión contra la diarrea o bolsas de papas fritas.

    Lo mismo van por un pan de dulce que por un cable de conexión, tortillas, tostadas, recarga de telefonía celular, depósitos bancarios, pago de servicios o retiro de efectivo. Muchas veces da lo mismo, porque lo que se trata es de supuestamente mantenernos ocupados, gastando dinero y haciendo creer que en alguna parte del Oxxo pueden encontrarse viejos o nuevos amigos, conocidos y hasta la media naranja… Hasta aquí por el momento.

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