Mil millones de pesos ¿para migrantes?… Por: Miguel Ángel Arrieta

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Antes de decidir el destino de los millones de pesos que servirán para fortalecer el trabajo de los consulados generales mexicanos en Norteamérica, el gobierno de Enrique Peña Nieto debe profundizar en una revisión puntual sobre las formas en cómo se gastan los diplomáticos el presupuesto asignado al área de Relaciones Exteriores en tierra americana.




De hecho, los órganos supervisores del gobierno federal mexicano deben extender la lupa oficial hacia los sistemas y mecánicas de trabajo aplicados en cada uno de los consulados generales y también a los consulados auxiliares, ya que gran parte del temor en el que se desplazan los migrantes ante los agresivos mensajes enviados por el gobierno de Donald Trump, nace de la sensación de desprotección que prevalece entre los paisanos radicados en la unión americana por la insensibilidad con que han sido atendidos desde siempre en los recintos consulares.

Y es que en medio de la confusión generalizada por los continuos embates de Trump contra México, los señalamientos de que los altos funcionarios diplomáticos mexicanos estacionados en Estados Unidos viven a cuerpo de rey, parece haber pasado a segundo término. Por lo pronto, en los planes de austeridad del gobierno federal no se ha informado públicamente reducción alguna al presupuesto utilizado para que los cónsules vivan en suntuosos departamentos y habiten en zonas exclusivas de las urbes americanas.

Dentro de la cancillería mexicana este tema siempre ha tenido un tinte de asunto tabú. En parte por el temor a ser criticados por recortar el dinero a las representaciones mexicanas, y a la vez ante la posibilidad de lesionar privilegios que, en cualquier momento en base a la carrera diplomática, puede disfrutar cualquier funcionario de Relaciones Exteriores.

El círculo vicioso formado en este contexto incluye la ausencia de una supervisión real sobre los sistemas operativos de los consulados, lo que ha provocado en gran parte de esas representaciones actitudes de desatención hacia los connacionales que acuden en busca de algún servicio consular.

Con excepción de los consulados de Chicago y Los Ángeles, en los que se logró acortar hasta en un ochenta por ciento el otorgamiento de citas para atender a paisanos, en el resto de estas oficinas localizadas en más de cuarenta ciudades norteamericanas la brecha de atención establecida por la burocracia diplomática, se ha acrecentado.

Durante el primer trimestre del año pasado un informe de organizaciones comunitarias mexicanas reveló que el número de credenciales de elector expedidas en dichas representaciones apenas rebasaba cuatro mil identificaciones de este tipo, lo que representa una cifra ridícula si se toma en cuenta que son millones de mexicanos los que requieren ese documento en el vecino país del norte.

De acuerdo con voces de líderes de migrantes, gran parte del fracaso enfrentado por el programa de credencialización de electores mexicanos radicados en USA, obedecía a la desatención y desorganización de los empleados consulares.

De ahí que la decisión del presidente Peña Nieto para entregar mil millones de pesos destinados a fortalecer los servicios de protección legal que ofrecen los consulados, ante el posible endurecimiento de la regulación migratoria americana, requiera un seguimiento abierto y escrupuloso.

Después de todo, prevalecen suficientes indicios para determinar que los diplomáticos mexicanos en la unión americana cometieron el error garrafal de no advertir y preparar a los paisanos sobre la dimensión de la tormenta –Trump- que se cernía sobre ellos, por lo que es más recomendable someter al equipo consular a una evaluación profunda antes de premiarlos con la disponibilidad de un presupuesto multimillonario…